El Epili
Si hay un sitio favorito en Navalagamella para mí, ese es el Epili. Con decir que salí recién nacida y antes de ir a casa, paramos en el Epili.
Era ese bar de toda la vida, donde las camareras son tus amigas, donde saben cómo te gusta el café, donde te ponen el vaso de agua sin preguntar y donde te reunías en los acontecimientos familiares. Vamos, era como estar en casa. Qué os voy a contar, si entrar y ver al tío Bene comiendo en su mesa, era como estar comiendo con tu abuelo. En realidad, el tío Bene es el abuelo de todo el pueblo.
Prácticamente eché a andar entre sus mesas, con Cristina aprendí canciones infantiles y, con Nines, perrerías. Entraba en la barra, me colaba en la cocina, tal vez, de ahí viene mi vocación de cocinera.
Crecí, cambié el chupete por el Nestea y el pañal por los torreznos… ¡QUÉ TORREZNOS! Pero el Epili seguía en mi vida.
Yo creo que el Epili más que un restaurante donde se comía como en casa y te trataban igual, era "Marca Registrada de Navalagamella". Es historia del pueblo, lo lograron trabajando mucho, reponiéndose de malos momentos y siempre con una sonrisa y tirando toda la familia junta. Pili, te has ganado la jubilación como nadie, siempre en la cocina, con el delantal, entre fogones, tirando del carro…
Echo mucho de menos esos momentos, echo de menos el Epili y sé que no soy la única. Lo que daría por una paella de la Pili… bueno, mi padre la cambiaría por un plato de judías.
Muchas gracias por todos los buenos momentos a Pili, Nines, Cristina, Ángel, Santi, Esther, Oswaldo y a todos los canijos, Adriana, Sofía, Alejandro, Ana y Valentina, y por supuesto a Epi que, aunque no llegué a tiempo de conocerle, solo por lo que me han contado de él sé que fue una persona maravillosa.
Lucía R.G.
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